lunes, 30 de junio de 2014

Ya no nos Robben! La gran depresión mexicana.

Ya he visto a muchos de mis conocidos anímicamente devastados por la derrota de la Selección Mexicana de Fútbol ante la escuadra holandesa. 
Está bien, respeto su dolor y en efecto fue evidente el descaro del jugador holandés Robben de fingir una falta para llevar el asunto al desempate vía penalty, asunto que mucho enfureció a la afición mexicana.

Antes de entrar al fondo del asunto, debo aclarar que yo me mantengo neutral, ni a favor ni en contra del equipo mexicano o el holandés.

He notado que el estado de ánimo así de mis contactos de Facebook como de los cercanos que me rodean es similar a la devastación que se pudiera padecer tras el rompimiento con el novio o novia con el que ya se tenían muchos años de relación, o incluso semejante al de haber perdido a un ser querido.

¿Por qué le afecta tanto a los aficionados del Tri el que su equipo no haya logrado clasificar a cuartos de final? 
En realidad no es una reacción del todo exagerada o que merezca una total descalificación por parte de aquellos que no gustan del fútbol soccer. 
La devoción por éste equipo de fútbol ve su orígen en la afinidad e identificación que el mexicano tiene con éste deporte desde ya hace tiempo, siendo el soccer a México, lo que el americano o el baseball a Estados Unidos o  el korfball a Australia. En pocas palabras, el fútbol ya forma  parte totalmente de la idiosincrasia mexicana, al grado en que se llevan a cabo una serie de rituales de unidad familiar sea para jugarlo o para ser espectadores del mismo frente al televisor. 
No importa si se gana apenas el salario mínimo y se vive al día; en un hogar mexicano jamás debe faltar la televisión, las sabritas y unas chelas bien frías. 

Navegando por la misma red social tan popular, he encontrado muchas noticias y posts con la leyenda: México ya ganó!!! , que muestran las medallas de oro que recientemente se han obtenido en otras competencias internacionales como la del arte marcial Judo, o bien, por concursos de matemáticas o robótica.
Por mucho oro que ganen, es claro que a la mayoría en el país poco le interese, primero  porque sólo tiene ojos para el soccer y su máxima está en que la Copa del Mundo se la lleve alguna vez México y segundo, porque no hay la misma empatía y pasión para otros ámbitos deportivos diferentes a éste.
Rara vez podremos ver a un gran número de aficionados sentados en las gradas de un recinto deportivo para apoyar con olas, camisetas, disfraces originales y coloridos o el típico grito tan famoso por el que la FIFA casi amonesta al Tri , para apoyar a la delegación mexicana que compita en los juegos olímpicos, las olimpiadas de ciencias, etc. 
El fútbol le endulza más los sentidos al mexicano, y es en gran medida uno de los componentes que más le llena de esperanza, ilusión y le brinda un escape de la realidad; ahora que la selección mexicana no volverá a jugar, la jornada godínez volverá a ser ininterrumpida, terminando las convivencias entre jefes y subordinados todos con sombrero de charro pasándose la botana o el refresco mientras le gritan al árbitro en conjunto; los tribunales, juzgados y otros tantos dominios de la burocracia ya no tendrán pretexto legítimo para suspender labores; los restauranteros y dueños de bares quizá ya no vean la misma concurrencia que en los buenos tiempos en que jugaba el Tri. 

Ahora que la Selección nacional ya no jugará en Brasil, las cosas no volverán a ser como antes.
San Piojo, como antes se le decía, ha pasado a ser solamente mencionado con seriedad y sequedad por su nombre: Miguel Herrera; dado su desempeño ayer en la cancha, el antes super goleador Rafa Márquez se ha convertido para muchos casi en un villano nacional; el resto de los jugadores, por el enojo de los exigentes aficionados a ultranza (que en su mayoría sólo observan el juego en la televisión pero jamás en su vida lo han practicado) han pasado de ser alabados a ser feamente insultados, y lo que fue un simple juego que perdió un equipo deportivo pasó a ser una tragedia nacional que sin querer ha estado dividiendo a los mexicanos.
No falta el autoproclamado aficionado nacionalista que confunde una simple preferencia deportiva con el verdadero amor y lealtad a la patria, que a base de insultos racistas que hacen especial alusión a los pueblos indígenas y sus características físicas trata de atacar a aquellos traidores cara de nopal con atole corriéndoles por las venas que apoyan a la selección que juega contra el Tri.
A ellos sólo les podemos recordar que no es válido ni patriótico insultar a nuestros compatriotas ridiculizando nuestras propias raíces; en seguida, que la selección nacional ha tenido componentes que no siempre son netamente de nacionalidad mexicana, como también ocurre en otras selecciones (Özil o Ribèry para Alemania); para finalizar, existen personas de otras nacionalidades que han mostrado su apoyo a la selección mexicana de fútbol (véase el rapero Snoop Dogg), incluyendo gente del equipo rival, y no por ello veo a la afición de su país queriéndoles linchar por traición a la patria a base de insultos discriminatorios.

Lo mismo sucede con el tan famoso Eeeeehh.... p*to!!! ; apenas ayer comentaba en Facebook lo molesto que me parecía ese grito, y un amigo me contestó que era una tradición que ya tenía cerca de 10 años de existir y que en lo que a él respectaba, es algo que le encantaba gritar.
Comprendo que en la euforia del momento a todos nos da un poco de síndrome de Tourette, pero tradición o no, es penoso que así se nos reconozca entre las aficiones del mundo; vamos! el ingenio mexicano da para inventar algo mejor que se pueda aportar a las copas del mundo. Además no creo que queramos igualar a las aficiones de Croacia o Rusia con sus expresiones racistas, que de ser dedicadas a la selección nacional, ya le habrían puesto a pegar el grito a más de un mexicano.

Tengo otros conocidos que están pensando seriamente en dejar de consumir Helados Holanda sólo por lo de ayer. Es respetable, pero si de daños al país hablamos, entonces tendrían que dejar de consumirse varios productos pertenecientes a otros tantos grupos económicos que más daño nos han hecho, al contribuir con que México lograra el primer lugar en obesidad, por ejemplo. 
Por cierto, Holanda es sólo la marca registrada perteneciente a Unilever de México, que es una filial de Unilever internacional que, aunque tiene cierto porcentaje de inversión holandesa, también tiene inversión estadounidense, inglesa y alemana. Y en otros países, a sus helados se les conoce como Sarita, así que ni se molesten en boicotearlos.
Pues mexicanos aficionados, arriba esos ánimos!!! como dice la canción himno de cada Mundial de fútbol, el Cielito Lindo que tan repetido está hasta el cansancio: Canta y no llores!! 
Los mundiales son sólo unos muy bonitos espectáculos deportivos donde participan equipos de varios países, y los cuáles son sin duda un placer poder observar, pero no es la vida. 
Nuestra identidad nacional va más allá del fútbol; somos ricos en diversidad cultural.

México cuenta con muy buenos futbolistas, es así que el Tri dió buena pelea en Brasil 2014; fomentemos que se juegue más fútbol entre la niñez y juventud del país!. Éste sería un excelente remedio contra dos males que nos aquejan: la obesidad y el Bullying.

Arriba y adelante, que el país nos necesita ahora más que nunca. 


Emma.





1 comentario:

  1. Respecto a por qué el mexicano no muestra interés en las otras medallas que se han ganado en competencias internacionales... Tengo la teoría de que es porque el fútbol está al alcance de todos, todos somos capaces de jugarlo -si somos o no buenos es otra cosa-, pero en otros deportes y competencias el mexicano no se siente identificado y por lo tanto no es capaz (o no quiere) entenderlo, así disminuye el ánimo y la euforia hacia dichas competencias.

    Otro punto que me parece interesante es cómo a pesar de que en cada uno de los juegos se notó la clara preferencia del arbitraje hacia los países contra los que jugó México, el mexicano ni si quiera ve como una opción dejar de consumir el producto "FIFA". Ésta acción refleja perfectamente cómo el mexicano es increíblemente tolerante, incapaz de tomar algún tipo de acción en contra del que de él abusa.

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