Hasta hace un año, tener 20 parecía no importarme tanto, a no ser porque una muy querida amiga mía me compartió un texto que andaba circulando por facebook y que llamó poderosamente mi atención, especialmente por tan dramática introducción:
Esto es algo de lo que nadie ha hablado, pero que resulta preocupante. Algunos le llaman 'Crisis de los 20's ', otros 'Síndrome de los veintitantos'...
En un inicio me mostré escéptica, pensando que quizá se trataba de una vacilada mediática orquestada y promovida por algún grupo de psicoterapeutas buscando engrosar sus filas de clientes o vender sus manuales de autoayuda descargables en pdf al puro estilo de Walter Risso, lo cual no es malo en absoluto, sólo que me pareció demasiado exagerado asociar a la edad de los 20 con términos como crisis o síndrome... eso déjenlo al sector poblacional de 40 y más.
Vamos!!! que al menos en mi experiencia personal, los veinte no representaban problema alguno en absoluto, salvo por aquello de aprobar los exámenes, entregar los trabajos a tiempo, salvar el semestre y de una vez por todas terminar la carrera.
Sin embargo, con todo y mi esceptisismo me dispuse a leer la descripción del dichoso síndrome o crisis y encontré situaciones verdaderamente melodramáticas:
Las multitudes ya no son tan divertidas, incluso te incomodan (...) extrañas la comodidad del colegio, de los grupos, de sociabilizar [sic] con la misma gente ; (...) te rompen el corazón y te preguntas cómo esa persona que significaba tanto te pudo hacer tanto mal. O quizá te acuestes pensando por qué no puedes conocer a una persona lo suficientemente interesante como para querer conocerla mejor.
A veces te sientes genial e invencible y otras... con miedo, sólo y confundido.
Raramente hallaba esa sintomatología con semejante bouquet de emociones en mí, porque para el año pasado tenía un brillante porvenir del cuál ocuparme y para el que me andaba preparando: la graduación, la foto de generación, el desfile de togas y birretes, la llegada de una personita muy especial de la cual había estado físicamente distanciada por residir en países distintos pero cuya llegada esperaba con emoción y ansias para la feliz continuación de nuestra bonita historia, y desde luego la titulación. Entonces, ¿cuál crisis? miren que ya estaba en esos temibles veintitantos y nada...
Y entonces llegó el último día de la carrera, donde para mi suerte no presenté exámenes finales que me hicieran acudir a la facultad; mi paso por ese sitio estaba confinado al recuerdo hasta nuevo aviso, y lo único que sentía era la euforia de haber subido tan bien la cuesta profesional, celebrando acompañada de unos buenos tragos en compañía de queridos amigos y con get lucky de daft punk como música de fondo para tan bonita tarde lluviosa de mayo.
Pero después de aquel viernes, comencé a experimentar un bajón emocional inexplicable, que en los días siguientes causó que ni siquiera quisiera levantarme de la cama o arreglarme.
Se había terminado.
Y pues sí, a partir de ese instante ya era dueña de un tiempo con el que no tenía la menor idea de qué hacer, porque ya no estaría la universidad para organizarlo por mí y darme ocupaciones y quehaceres.
Mi casa, sus habitaciones y mi familia se volvieron el entorno cotidiano donde alguna vez lo fueron la facultad, el campus, los salones de clases y varios amigos y compañeros, lo cual no podría ser peor, al grado en que hasta llegué a extrañar a los odiosos de la clase. Las profecías del texto que había subestimado parecían irse cumpliendo una a una.
Fue así como comencé a creer un poco en la existencia de la mentada crisis de los 20, aunque conservaba cierto optimismo porque aún estaba esperando cierto regreso a ocurrir en inicios del verano, y los planes para pasar tiempo juntos eran suficientes como para aminorar los evidentes primeros síntomas del resfriado del cuarto de siglo.
Traté de sobreponerme a la melancolía, el miedo, y la confusión existencial/vocacional que comenzaba a sentir, pero al ver cómo muchos compañeros de generación ya estaban agarrando un camino (o eso parecía) y yo ni siquiera tenía alguna ruta planeada salvo por la titulación, comencé a ser presa de un pánico irracional que exteriormente se percibía como amargura sin sentido ni motivo. Entonces me empezaron a azotar sentimientos hasta entonces desconocidos, y comencé a preocuparme por cosas que antes parecían tan pequeñas e insignificantes tales como la vacilada de tarea que te dejaban hacer en la secundaria llamada Proyecto de vida.
Por si fuera poco, aquella pregunta acerca de cómo te ves en cinco años, que tan superficial me parecía, adquirió tal sentido que a la fecha sigo tratando de encontrar la respuesta en el camino.
Aquí hay una verdad capital : medios como facebook son los peores enemigos en ésta etapa de autodescubrimiento. El andar mirando lo que otros hacen o tienen y tú no, es un hábito nocivo que te acerca a un sentido negativo de la competencia, al punto en que por compararte con los demás, te olvidas de ti mismo y dejas del lado el reconocimiento de tu propio potencial.
Y las publicaciones de tus contactos no ayudan para nada a subir tus ánimos; no falta el futuro político de la generación mostrando sus fotos en el Senado, o estrechando la mano del mismo presidente, o la chica que consiguió la beca al extranjero que a tí te negaron, etc... El andar auto torturándose al mirar eso es una total pérdida de tiempo que te mantiene como un estático mental que no hace nada por sí mismo.
No estoy diciendo que Facebook y similares no deban usarse, pero es mejor tenerles moderación cuando andemos hipersensibles y de malas, para no causarnos daño con lo que ahí miramos, ni provocar daños a terceros.
Quieres lo que el otro tiene, pero lo más seguro que eso no es lo que tú realmente necesites en tu vida; todos tenemos nuestras propias oportunidades, tiempos y ritmos de desarrollo personal; que las prisas o espejismos del avance de los demás ante la mirada propia no nos hagan caer en prisas sin sentido, o en competir por sólo cumplir en automático con los estándares socialmente deseables.
Tantas dudas y miedos me consumían, que hasta en mi tan deseado vínculo amoroso de esos momentos repercutió y no para bien, pero eso será material para Cero y van Ocho. Sobre esto, sólo puedo recomendarles que nunca vayan en plan de prepararse para lo peor...porque la mente es tan poderosa, que de verdad eso que tanto temes puede llegar a suceder. Ya les contaré a qué me refiero con ésto en la respectiva historia.
Regresando al asunto, lo mejor que pude hacer para enfrentar la curva en declive de la vida post universitaria fue poner a trabajar a mi mente sin darle un sólo respiro para la autorreflexión y el descanso, que aunque no lo crean, es absolutamente necesario.
Entonces recurrí a los paliativos ocupacionales: clases de idioma y trabajo a destajo con la tramitología del examen profesional y la titulación (tesina incluída). Y aunque conocí a gente muy bella en el curso de estos deberes mata-tiempo autoimpuestos, amigos que hicieron de mis días los más lindos como si fueran los mismos días de universidad que ahora tanto añoraba, por dentro seguía sintiendo ese inexplicable vacío existencial ante el cual no hallaba consuelo alguno, y dentro de la compañía, mi deseo era permanecer en soledad; sentía esa necesidad de esconderme de todo y todos, y si antes me fastidiaba la odiosa pregunta: ¿tienes novio?, ahora detestaba al doble ésta otra: ¿Y ya trabajas?
Nadie excepto uno mismo, sabe cuál es el momento oportuno para comenzar a explotar sus potenciales y obtener gratificaciones por ello; pero, si ni siquiera conoces qué potenciales tienes, entonces estás esperando por frutos que no se darán. Ahora, la verdadera prioridad terminando la carrera es bastante clara: dedicarse un tiempo a uno mismo para el autoconocimiento y reconocimiento de los potenciales personales, para asegurar una fuerte inducción a la selva laboral. De nada te sirve ir a la guerra sin armas ni tácticas para vencer lo que se te ponga enfrente.
Después de la hermosa realización personal de haberme titulado con mención honorífica y que eso supuso un importante paso hacia la consolidación de vida, tenía frente a mí dos caminos: seguir viviendo de la añoranza de los tiempos universitarios o asumir que estaba entrando hacia una nueva perspectiva de vida. Dejarme arrastrar con la nostalgia de que todo tiempo pasado fue mejor, o montarme en la ola de los cambios.
He optado por lo segundo y aunque lo hago parecer bastante sencillo, la reubicación en esta nueva etapa personal sin otra compañía que la propia, se lleva su tiempo y dedicación.
Hacer amistad con uno mismo es de los procesos más complejos, pero también más fascinantes.
Y aunque admito la tristeza de ya no ver con la misma frecuencia a mis amigos, también es necesario lograr una fuerte amistad con tu propia persona, porque no habrá mejor amigo que tú mismo.
La crisis de los 20, es sólo una expresión muy dramatizada para denominar a la etapa de autodescubrimiento y cambios que supone el inicio de una nueva temporada en la vida de cada uno de nosotros. La realidad es que, si aprendes cómo ir avanzando con dichos cambios en vez de resistirte a ellos, pueden comenzarse a notar resultados impresionantes.
En nada ayuda que sigas forzando las circunstancias cuando en tu interior, sabes que ya no van contigo. Duele desapegarse de la vida que solías llevar hasta antes de terminar la carrera (incluyendo a las parejas sentimentales), pero duele más aferrarse a algo que ya no te corresponde.
Eso que se aleja sin detenerse déjalo ir! Necesitarás ese espacio que queda vacío para que sea ocupado más tarde (o temprano) .
Si incluso en las series de televisión existen movimientos en el elenco de personajes, ¿por qué no darnos la oportunidad de renovar nuestro propio elenco?
No hay por qué vivir estos reajustes de fin de temporada con miedo o a base de lágrimas. Los veintes son la etapa para configurar la vida que queremos, y no para andarnos deteniendo en la añoranza de los días de universidad.
Se nos ha preparado psicológicamente para creer que después de la carrera, todo llega a su fin y ya no hay nada más que hacer, porque llegaste a la cima. La realidad es que la etapa post carrera se trata de una continuación en presencia de circunstancias totalmente nuevas que pueden llegar a ser bastante emocionantes.
¿Y ustedes, viven o sufren la etapa post carrera? Comenten, compartan.
With love,
Emma ;)
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