lunes, 30 de junio de 2014

Ya no nos Robben! La gran depresión mexicana.

Ya he visto a muchos de mis conocidos anímicamente devastados por la derrota de la Selección Mexicana de Fútbol ante la escuadra holandesa. 
Está bien, respeto su dolor y en efecto fue evidente el descaro del jugador holandés Robben de fingir una falta para llevar el asunto al desempate vía penalty, asunto que mucho enfureció a la afición mexicana.

Antes de entrar al fondo del asunto, debo aclarar que yo me mantengo neutral, ni a favor ni en contra del equipo mexicano o el holandés.

He notado que el estado de ánimo así de mis contactos de Facebook como de los cercanos que me rodean es similar a la devastación que se pudiera padecer tras el rompimiento con el novio o novia con el que ya se tenían muchos años de relación, o incluso semejante al de haber perdido a un ser querido.

¿Por qué le afecta tanto a los aficionados del Tri el que su equipo no haya logrado clasificar a cuartos de final? 
En realidad no es una reacción del todo exagerada o que merezca una total descalificación por parte de aquellos que no gustan del fútbol soccer. 
La devoción por éste equipo de fútbol ve su orígen en la afinidad e identificación que el mexicano tiene con éste deporte desde ya hace tiempo, siendo el soccer a México, lo que el americano o el baseball a Estados Unidos o  el korfball a Australia. En pocas palabras, el fútbol ya forma  parte totalmente de la idiosincrasia mexicana, al grado en que se llevan a cabo una serie de rituales de unidad familiar sea para jugarlo o para ser espectadores del mismo frente al televisor. 
No importa si se gana apenas el salario mínimo y se vive al día; en un hogar mexicano jamás debe faltar la televisión, las sabritas y unas chelas bien frías. 

Navegando por la misma red social tan popular, he encontrado muchas noticias y posts con la leyenda: México ya ganó!!! , que muestran las medallas de oro que recientemente se han obtenido en otras competencias internacionales como la del arte marcial Judo, o bien, por concursos de matemáticas o robótica.
Por mucho oro que ganen, es claro que a la mayoría en el país poco le interese, primero  porque sólo tiene ojos para el soccer y su máxima está en que la Copa del Mundo se la lleve alguna vez México y segundo, porque no hay la misma empatía y pasión para otros ámbitos deportivos diferentes a éste.
Rara vez podremos ver a un gran número de aficionados sentados en las gradas de un recinto deportivo para apoyar con olas, camisetas, disfraces originales y coloridos o el típico grito tan famoso por el que la FIFA casi amonesta al Tri , para apoyar a la delegación mexicana que compita en los juegos olímpicos, las olimpiadas de ciencias, etc. 
El fútbol le endulza más los sentidos al mexicano, y es en gran medida uno de los componentes que más le llena de esperanza, ilusión y le brinda un escape de la realidad; ahora que la selección mexicana no volverá a jugar, la jornada godínez volverá a ser ininterrumpida, terminando las convivencias entre jefes y subordinados todos con sombrero de charro pasándose la botana o el refresco mientras le gritan al árbitro en conjunto; los tribunales, juzgados y otros tantos dominios de la burocracia ya no tendrán pretexto legítimo para suspender labores; los restauranteros y dueños de bares quizá ya no vean la misma concurrencia que en los buenos tiempos en que jugaba el Tri. 

Ahora que la Selección nacional ya no jugará en Brasil, las cosas no volverán a ser como antes.
San Piojo, como antes se le decía, ha pasado a ser solamente mencionado con seriedad y sequedad por su nombre: Miguel Herrera; dado su desempeño ayer en la cancha, el antes super goleador Rafa Márquez se ha convertido para muchos casi en un villano nacional; el resto de los jugadores, por el enojo de los exigentes aficionados a ultranza (que en su mayoría sólo observan el juego en la televisión pero jamás en su vida lo han practicado) han pasado de ser alabados a ser feamente insultados, y lo que fue un simple juego que perdió un equipo deportivo pasó a ser una tragedia nacional que sin querer ha estado dividiendo a los mexicanos.
No falta el autoproclamado aficionado nacionalista que confunde una simple preferencia deportiva con el verdadero amor y lealtad a la patria, que a base de insultos racistas que hacen especial alusión a los pueblos indígenas y sus características físicas trata de atacar a aquellos traidores cara de nopal con atole corriéndoles por las venas que apoyan a la selección que juega contra el Tri.
A ellos sólo les podemos recordar que no es válido ni patriótico insultar a nuestros compatriotas ridiculizando nuestras propias raíces; en seguida, que la selección nacional ha tenido componentes que no siempre son netamente de nacionalidad mexicana, como también ocurre en otras selecciones (Özil o Ribèry para Alemania); para finalizar, existen personas de otras nacionalidades que han mostrado su apoyo a la selección mexicana de fútbol (véase el rapero Snoop Dogg), incluyendo gente del equipo rival, y no por ello veo a la afición de su país queriéndoles linchar por traición a la patria a base de insultos discriminatorios.

Lo mismo sucede con el tan famoso Eeeeehh.... p*to!!! ; apenas ayer comentaba en Facebook lo molesto que me parecía ese grito, y un amigo me contestó que era una tradición que ya tenía cerca de 10 años de existir y que en lo que a él respectaba, es algo que le encantaba gritar.
Comprendo que en la euforia del momento a todos nos da un poco de síndrome de Tourette, pero tradición o no, es penoso que así se nos reconozca entre las aficiones del mundo; vamos! el ingenio mexicano da para inventar algo mejor que se pueda aportar a las copas del mundo. Además no creo que queramos igualar a las aficiones de Croacia o Rusia con sus expresiones racistas, que de ser dedicadas a la selección nacional, ya le habrían puesto a pegar el grito a más de un mexicano.

Tengo otros conocidos que están pensando seriamente en dejar de consumir Helados Holanda sólo por lo de ayer. Es respetable, pero si de daños al país hablamos, entonces tendrían que dejar de consumirse varios productos pertenecientes a otros tantos grupos económicos que más daño nos han hecho, al contribuir con que México lograra el primer lugar en obesidad, por ejemplo. 
Por cierto, Holanda es sólo la marca registrada perteneciente a Unilever de México, que es una filial de Unilever internacional que, aunque tiene cierto porcentaje de inversión holandesa, también tiene inversión estadounidense, inglesa y alemana. Y en otros países, a sus helados se les conoce como Sarita, así que ni se molesten en boicotearlos.
Pues mexicanos aficionados, arriba esos ánimos!!! como dice la canción himno de cada Mundial de fútbol, el Cielito Lindo que tan repetido está hasta el cansancio: Canta y no llores!! 
Los mundiales son sólo unos muy bonitos espectáculos deportivos donde participan equipos de varios países, y los cuáles son sin duda un placer poder observar, pero no es la vida. 
Nuestra identidad nacional va más allá del fútbol; somos ricos en diversidad cultural.

México cuenta con muy buenos futbolistas, es así que el Tri dió buena pelea en Brasil 2014; fomentemos que se juegue más fútbol entre la niñez y juventud del país!. Éste sería un excelente remedio contra dos males que nos aquejan: la obesidad y el Bullying.

Arriba y adelante, que el país nos necesita ahora más que nunca. 


Emma.





domingo, 8 de junio de 2014

Viendo como veinteañer@ recién titulad@

En la vida, como en la película 500 días con ella, dividimos nuestra existencia en dos mundos: el de las expectativas y el de la realidad.
La etapa terminando la universidad no es la excepción a ésta ambivalencia.
Aventamos con euforia e ilusión los birretes al aire, pensando en la interesante y maravillosa vida que nos espera tras terminar con el último examen final de la carrera.

En un inicio, las cosas parecen seguir la senda de la fantasía post universitaria: la foto generacional, el estrenar un hermoso vestido o el smoking más elegante en la fiesta de graduación que por años habíamos esperado con ansias... Una auténtica historia de película de Hollywood.
Las expectativas de una gran mayoría de nosotros tras acabar la universidad, se dirigen hacia la posibilidad de encontrar un buen trabajo que te permita ejercer con gusto la profesión a la que le dedicaste tantos esfuerzos, con oficinas ubicadas en un glamuroso sitio de la ciudad con vista panorámica, que te haga viajar alrededor del mundo y en el que trabajes sin ser explotado; así como usted lo vio en televisión. Acto seguido, que dicho trabajo te permita la pronta independencia de tus padres, porque ¿quién de ustedes a sus veintitantos desearía seguir arriesgando su privacidad bajo la esclavitud económica de sus cada vez más entrometidos progenitores? Así que todos pensamos en un coqueto departamento alejado del control parental, para hacer y deshacer al gusto nuestra propia vida. A fin de cuentas, ya tenemos con qué sostenernos; haciendo y deshaciendo en nuestra vida, al fin son válidos los fines de semana perdidos en la playa o de camping con los amigos; las fiestas sin control, las noches de antro; y de éstas salvajes expediciones no se sabe qué tan ingenioso pueda ser el destino para cruzar caminos con tu media naranja o manzana. Qué comercial para compañía de telefonía celular o bebida alcohólica de reconocida marca...
Después de un idílico periodo de romance, entonces es momento de ponerse serios y así como ocurre en la publicidad de toda joyería, llegan las oleadas de propuestas matrimoniales; entonces si no eres padrino o madrina de bodas o dama de honor de tu mejor amig@, es porque quizá eres quien se casará. Y posteriormente pasamos a publicitar marcas de equipos todo terreno para bebés y niños pequeños. 
Tan lineales, tan ideales nosotros.
Eso es lo que consciente o inconscientemente queremos de nuestras vidas, o más bien, lo que la sociedad en conjunto espera de cada recién graduado/titulado. 
Pero enfrentemos el hecho de que NUNCA le daremos gusto a los demás, siempre habrá algo que nos falte para completar esa cadena de perfectas expectativas que líneas atrás describí.

Es muy frecuente que cualquier persona conocida te extienda una felicitación por haber terminado tu carrera, pero enseguida te lance la incómoda y obvia pregunta: ¿Y ya trabajas? 
Si les respondes afirmativamente, entonces viene el accesorio a la pregunta principal: ¿en dónde y cuánto ganas? 
De cualquier manera, la respuesta puede generar o tanta admiración que el resto de la conversación se encause a la intromisión en tu vida amorosa, o bien, no genere la sorpresa de la persona por ser un simple trabajo con bajo sueldo donde deberías aspirar a más de lo que ya estás haciendo.
Si respondes negativamente, no falta la odiosa mirada compasiva diciéndote: pobrecito, no das una... pero ya encontrarás algo por ahí o bien, el gesto de desaprobación seguido de una frase para crearte presión y hacerte sentir inútil: pues ya deberías comenzar a hacer algo, ¿porque así cómo piensas avanzar? Y viene la odiosa comparación: fulanit@ por ejemplo, ya está en X empresa/despacho/secretaría y le va bien. No te haría mal intentar lo que él o ella.
Es muy molesto encontrarte con gente así, total: ¿qué les importa si es tu vida?
Y aquí empieza lo interesante: LA REALIDAD. 
Lo que esa sociedad tanto nos critica y demanda tan superficialmente son situaciones que ignora por completo.
Para empezar, todo veinteañero post universitario necesita reestablecerse mental y emocionalmente para superar el trance de romper con una rutina a la que lleva 17 años acostumbrado; no es sencillo que de la noche a la mañana, te bajen del automóvil a media carretera y sin una sola señal que te indique hacia dónde dirigirte. (Al respecto de ésto, les recomiendo una película muy ad hoc al tema de la vida post universitaria llamada Reality Bites)
Con lo anterior quiero decir que si bien recibimos mucha instrucción académica, nadie salvo nuestra propia persona tendrá que ir trazando una ruta para salir del incierto vacío existencial y temporal que se da en el periodo de tiempo que va de la graduación a la titulación, y de la titulación en adelante. Quien tenga la fortuna de haber conseguido un empleo incluso antes de titularse, mis respetos; pero existimos ciertos mortales que aún no ingresamos al mercado laboral sea por voluntad o por las difíciles circunstancias de competencia casi caníbal por los empleos, a escala de una vacante por 25 candidatos.

Aquí viene lo interesante, porque en un mundo de feroz competencia a la que ya deberíamos estar más que acostumbrados (los lugares en primaria, secundaria, preparatoria y universidad los ganamos precisamente compitiendo contra otros) el nivel de competidores y de la contienda misma va aumentando. 
Hace poco había manifestado en Facebook con bastante sorpresa y cierta molestia lo comunes que se están volviendo los titulados con mención honorífica en mi profesión (abogada); ahora no importa si te mataste obteniendo un promedio de excelencia y cumpliendo en tiempo y forma con todos los créditos de la carrera, o quemando energía y nervios para hacer una tesis, si el título y sus honores salen por el mismo precio de cursar un diplomado. Aclaro, no estoy en favor o en contra de ninguna modalidad de titulación, pero notemos que el acceso a una licenciatura (y especialmente para la carrera de Derecho) se está facilitando demasiado, lo que incrementa el número de personas contra las que deberás pelear una vacante de empleo.

¡Ojo! para aquellos que piensan que la Licenciatura es su pase directo al éxito profesional, les digo que están en una dirección equivocada, manteniendo una idea de hace 20 años. 
Hoy en día, se necesita más que el sólo título de Licenciado en... con Mención honorífica, para un insaciable mercado laboral que te exige condiciones cada vez más difíciles de satisfacer:
1. Experiencia
Te piden 23 años de edad en los cuáles deber haber recabado 20 años de experiencia laboral (ésto último es una evidente exageración, pero todos saben a qué me refiero); cuando tienes esos años de experiencia, igual no les sirves a los empleadores porque ya tienes demasiados años de edad. Por inexperto o demasiado experto te niegan de todos modos una oportunidad de desempeñarte como profesionista ¿Alguien entiende ésto? 
Piden que estés ya licenciado para ejercer a tus 20's y con experiencia, pero a veces es casi imposible equilibrar las exigencias de un trabajo que te de esa experiencia con los deberes escolares que te demanda una carrera universitaria. Es así que he visto cómo muchos de mis colegas de profesión se quedan entre azul y buenas noches en un largo peregrinar hacia la obtención de su título profesional, pero a cambio con un puesto de trabajo que ya quisiera tener algún recién titulado que no dedicó su tiempo a otra cosa más que a estudiar la carrera. Ni modo, dicen que no puedes tener todo en ésta vida, y que lo que tengas es resultado de las decisiones que tomes; estudias o trabajas. 

2. Saber otros idiomas. 
Antes de nuestra llegada al mundo como modelos 1988 a 1990, haberse recibido de una academia comercial para ser secretari@ ejecutiva bilingüe es lo que hoy titularse como Licenciado con dominio del idioma inglés. 
Cada día los centros de empleo adquieren un carácter más transnacional, y si a ello le sumamos que China es ahora primera potencia mundial con el mayor número de habitantes en el planeta... creo que la exigencia hacia todo profesionista recién titulado es sumamente obvia: el chino mandarín es el nuevo inglés. 
Y si es posible, aviéntate al japonés, al alemán, coreano... etc., etc. Y no nos confiemos porque exista el  traductor de Google; el muy traidor tiene bastantes fallas gramaticales que te harán quedar en vergüenza con tus socios y clientes extranjeros si abusas de éste.

3. Tener una maestría y si puedes, un Doctorado.
Aquí se presenta una enoorme dicotomía: o le entras al ruedo laboral para ganar esa experiencia que tanto te piden en un trabajo medianamente pagado como Licenciado, o evades un ratito más esa realidad para ganarte otro grado que te promete una mejor paga que la que tendrías sin él (ésto último es claramente un mito); y mientras tanto el tiempo sigue corriendo y menos contratable te haces con los años que le dedicas a una maestría y al doctorado...ahí es decisión de cada quién, y personalmente creo que el asunto de la paga depende más de factores como el desempeño profesional, y tu habilidad para las relaciones públicas.

4. Tener una segunda carrera. 
¿Abogado y piloto de la Academia del aire? ¿Veterinario y Chef? Contratado! 
No estoy bromeando, hoy en día los empleadores encuentran atractivo que un profesionista sea multifuncional. Quizá no con los sarcásticos contrastes que hice, pero si eres algo más que sólo profesional de una carrera atraes miradas, y mejor aún, tienes mayores posibilidades de subsistir. Ésta es una moderna forma de adaptación de la que Darwin ya no llegó a conocer.
Eso sí, volvemos a la descompensación ocupacional que implica trabajar y estudiar al mismo tiempo, aunque hoy en día están las opciones de educación abierta y a distancia. Y por otra parte, recordemos que como en los posgrados, en la segunda carrera importa más lo que realmente sabes hacer que toda la teoría que estás absorbiendo. Más vale 10 en la vida que 10 en la escuela.

5. Diplomados, cursos, cursos y más cursos... 
Si tienes cómo solventar las considerables cantidades a pagar por alguno de éstos extra curriculares y el tiempo suficiente, felicidades. 

Como es posible observar, aunque medio mundo te critique por no haber conseguido empleo saliendo de la carrera, no hay motivo para sentirse mal por ello; antes de comenzar con un empleo, se necesitan éstas armas que mencioné y otras tantas más que no se consiguen en institutos, escuelas, colegios o universidades; díganme ¿acaso hay alguna escuela que te enseñe a crearte plena seguridad en tí mismo o que te haga experto en relaciones humanas que tan necesarias y útiles son para conseguir un buen trabajo? 
¡Al diablo con la idea de mortificarse por cumplirle a la sociedad con un trabajo medio mal pagado que ni siquiera te gusta por no verte criticado o como un fracasado!
Que tengas un auto y lo estés manejando aunque ni siquiera te guste el rumbo que estás tomando no es sinónimo de éxito por escalafón. La idea es hacer lo que a uno le guste, aunque nos tome un tiempo encontrarlo.
Claro que tampoco falta el colega  que trabaja en el gobierno y se siente el futuro líder político del país que mira por encima del hombro a aquellos que tienen un trabajo más modesto que el suyo y que no se mide en realizar comentarios hirientes al respecto, llamándole a esos empleos de godínez piteros. 
Sólo puedo decirle a esos compañeros: ¿acaso desde su alta posición ayudarán a esos godínez piteros a mejorar sus condiciones o los seguirán pisoteando con sus humillaciones? De no ayudarles, a buenos futuros líderes nos arrimamos. (Ya abordaré éste caso en mi post Ego de colegas, espérenlo)

Por otra parte, algunos de nosotros estamos viendo cierta inclinación por otros campos que distan mucho de la profesión cuyo título poseemos. Personalmente por el momento no me va muy bien que digamos pensar en audiencias, tribunales, litigio y demás semántica relativa a la abogacía; muchos se sentirán identificados.
¿Y qué?
¿Quién quita que tengamos éxito y realización el alguna actividad que para nada tenga que ver con la carrera? Eso, contrario a como muchas personas piensan, no tiene absolutamente nada de malo.


Mientras nosotros nos sintamos realizados, felices y cómodos con lo que estamos haciendo, lo que otros hagan o digan sale sobrando totalmente.
Así que oídos sordos a juicios ajenos respecto de nuestras vidas, y no bajemos la guardia! 




With all my loving:

Emma.

domingo, 1 de junio de 2014

Cara a cara con el 'bullying', antes que le llamaran así.

Con relación al aumento en la difusión de casos de bullying en los medios de comunicación y las redes sociales, escribí en Facebook en días pasados lo siguiente: 


Eso que hoy en día denominan 'bullying' no es un fenómeno nuevo que se expande cual pandemia por el país como se nos ha hecho creer; ha existido desde décadas atrás y muchos de nosotros inclusive lo padecimos; sólo que últimamente, ocurre que tanto los medios de comunicación como las redes sociales, han visto en éste flagelo social un potente espectáculo morboso con tintes incluso apologéticos (difundiendo viralmente las agresiones grabadas o fotografiadas y haciendo toda una historia sobre las mismas) al que enmascaran a modo de denuncia, y por otro lado, que el tono de las agresiones entre estudiantes ha alcanzado un punto en que se refleja lo enferma y podrida que se encuentra la misma sociedad tan llena de odio, morbo, pereza, rencor y envidia de la que provienen tanto agresores como víctimas; sociedad mexicana en que el delito es visto como una hazaña heroica y transgresora que te hace poderoso (no es de extrañarnos que la aspiración de los menores de edad hoy sea el volverse sicarios), diferente del resto o bien, como un hecho normal de día al día ante el cual se ha perdido toda sensibilidad.
La violencia escolar que implica actos auténticamente criminales desde daños a la integridad física y psicológica, hasta el acoso e incluso la extorsión, se ha banalizado y minimizado desde el momento en que a dichas conductas se les encapsuló en el término 'bullying', que de acuerdo con el contexto de las autoridades mexicanas, no es más que una simple conducta agresiva que se da entre compañeros de escuela, cuando en realidad se trata de mera delincuencia juvenil, y que piensan ingenuamente que se erradicará a base de leyes y dinámicas o pláticas sobre prevención del mismo. 

Y antes del bullying, ¿qué existía? 
Ya dijimos que antes de la mediatización de éste problema social, sólo se conocía algo llamado 'acoso escolar', que ante las autoridades de los planteles era  prácticamente invisible por no decir desconocido, no así para el alumnado, en especial ciertos grupos de personas que eran blanco fácil de las agresiones por parte de otro sector de estudiantes.
Yo padecí el bullying y créanme que ni idea tenía de la existencia de éste término que ahora por disposición de la ley es considerado delito aquí en D.F. 


Corría el año 2004, en que me encontraba cursando el segundo de secundaria. 



Secundaria es la época en que la mayoría andamos buscando crearnos una identidad propia, bajo la influencia de todo lo que los medios de difusión nos muestran explícita o subliminalmente como aceptable. Es así que los chicos busquen tener maneras rudas de trato o las chicas se comporten haciendo uso de los clichés más clásicos para mostrar a los demás qué tan coquetas y femeninas son; en resumen, en esos años de vida todos nos llegamos a conducir bajo los estereotipos más generales y predecibles.

En el mundo de las chicas, desde ese entonces se te aprobaba o condenaba por usar ropa de determinada marca, por cómo vestías, los accesorios que usabas,  hasta por cómo caminabas y hablabas o con quién salías; tu forma de ser te generaba la simpatía o el rechazo de los demás. 
Regresando al punto principal de éste relato, ¿qué me puso en el ojo del huracán para ser objetivo del acoso escolar? Veamos:

A mis 14 comencé a mostrar mucho interés por temas como la moda, asunto que tenía fastidadas a algunas compañeras de mi salón de clases y yo no sabía qué tenía eso de malo; peor aún era llegar cada día con accesorios nuevos, un bonito y discreto arreglo personal y maneras muy finas y delicadas así para caminar, como para dirigirme hacia los demás. Era de las pocas que comenzaba a conocer lugares como Bershka y cuando mis cosas no cabían en la mochila causa-jorobas llena de mil libros de texto y cuadernos que ni ocupábamos, no tenía más remedio que usar las bolsitas de esa tienda para meter algunas cosas y así ayudarme a cargar. Después ésto se volvió una tendencia en esa secundaria...
Por lo anterior, ya me comenzaba a ganar algunas miradas de odio provenientes de las chicas mayores de tercero y una que otra contemporánea de segundo, lo cual realmente no me importaba, porque a muchas ni siquiera las trataba personalmente. 
Entonces la hoguera del acoso escolar comenzó a aumentar su fuego dado que si bien era muy femenina (como hasta la fecha), ésta característica en nada se contraponía con mis apasionadas opiniones en materia de política, por las cuáles siempre me andaba ganando abucheos y rechazo generalizado por parte de los compañeros de grupo. Pero en vez de derrumbarme por eso, continué emitiendo mis opiniones que créanme, aún para los pocos años que tenía estaban bien informadas, estructuradas y nada tendenciosas, y de verdad que no iba a dejar de hacer lo que me gustaba sólo porque a los demás no les parecía! Faltaba más.

Para alimentar aún más el encono de éstos compañeros, llevaba muy buenas calificaciones (tampoco las mejores de la generación o algo por el estilo, pero sí tenía un óptimo rendimiento escolar acompañado de buen promedio) por lo que era común que me echaran bravatas públicas acompañadas de rechiflas diciendo que yo era solamente una consentida de los maestros; me habría encantado que ellos se esforzaran tanto en lograr buenas notas, a ver si salían con el mismo argumento barato. Lo cierto es que todo fue esfuerzo mío, porque yo ni siquiera solía barbear profesores como otros hacían y que ni con eso obtenían calificaciones aceptables.


Pero si algo terminó de engrandecer el fuego de esa hoguera escolar fue un evento tradicional de la escuela: la fiesta de navidad 2004, donde dentro del mismo plantel se nos permitía hacer aquello que en días de calendario escolar nos estaba prohibido.

Todos aprovechamos para disfrazar a nuestro verdadero yo con la ropa más extravagante jamás vista y en el caso de las chicas, la decoración con algunos trazos de maquillaje era válida.
Llegué en un coqueto atuendo totalmente en rosa al estilo de la película Chicas pesadas, y apenas comenzó la música, me solté a bailar muy emocionada. 
Tal parece que a las de tercero y una que otra ex novia celosa de cierto chico cuyas pretensiones amorosas había rechazado (de ésto hablaré en Cero y van Ocho) les molestó a sobremanera mi forma de desenvolverme en la pista, que comenzaron la campaña de agresión.

De pronto los empujones eran frecuentes, los manotazos y una de las mujeres de tercero se subió a los hombros de un sujeto (que ni siquiera asistía a la escuela) en forma de caballito para tratar de tirarme al suelo; por suerte eso no ocurrió y en su lugar fueron a perseguirme hasta los baños, donde no conforme con tenerme acorralada, comenzaron a lanzarme algo que parecía pastel.
Nunca había visto lo horribles que se ven las personas cuando la adrenalina de atacar a alguien las consume... hasta que viví ese fenómeno de frente.
Mientras una amiga pedía ayuda, yo veía cómo escapar de la situación; esas chicas (mas un hombre) estaban tan furiosas y descontroladas, que de verdad temí por mi integridad física, incluso por mi vida.
Llegó la ayuda y pude salir de ahí donde me habían acorralado, pero saliendo del plantel una vez terminada la fiesta, siguió la persecución hasta el parque de Fuentes Brotantes, donde la enfurecida manada de chicas me comenzaba a tirar piedras, y una de ellas en particular comenzó a querer jalonear mi ropa hasta destruirla. Por fortuna llegaron policías a mi auxilio y todo ésto paró, pero desde éste día mi vida en la secundaria ya no fue la misma.
Regresando de las vacaciones navideñas, era frecuente que me gritaran de todo en pasillos, los empujones en el receso, las pintas en las bancas con mi nombre en ellas, incluso los hombres amigos de ese grupo de fieras se atrevían a insultarme, y por supuesto, no faltaban las llamadas telefónicas anónimas a mi casa amenazando con esperarme a la salida de clases, e incluso me achacaron el calificativo de baja novios, cuando yo ni siquiera trataba con chicos porque era muy reservada y dedicada sólo a estudiar... en fin, una campaña llena de odio en mi contra por el único crimen que cometí: bailar en la fiesta vestida como muñeca fresa.
Yo sólo podía pensar: ¿por qué a mi? desearía ser invisible. Durante los recesos me escondía en un rincón lleno de arbustos para evitar ser molestada, y recuerdo que dormía muchísimo llegando a casa (éste último claro síntoma de depresión).

La situación era ya intolerable y hasta pensé en cambiarme de escuela, pero con todo aguanté y decidí asumir mi  propia defensa (desde ahí empecé a notar mi vocación como abogada) acudiendo ante las autoridades del plantel para denunciar la situación y a los participantes de mi pesadilla escolar. Los confronté uno a uno, y ellos sólo quedaron congelados porque jamás pensaron que tomaría acciones concretas. Quedaron condicionados a vigilancia y me dejaron en paz.

Pero los remanentes de esa antipatía duraron hasta mi propia generación de compañeros, con una mayoría grupal que me dio la espalda mostrándome su antipatía; incluso las que se decían mis amigas participaron como agresoras. 
Llegaron a enviarme el 14 de febrero una carta en papel color rosa (mi favorito de ese entonces) que contenía mil y una ofensas hacia mi persona; las muy tontas pensaron que no me daría cuenta que habían sido ellas, y creo que el que lo supiera las tenía sin cuidado, a decir por sus risotadas burlonas mientras la recibía en mis manos. Sólo recuerdo haberla roto sin darle mayor importancia.
Qué decir del chico al que le di un no rotundo, que comenzó una historia en que me levantó el falso de que yo lo acosaba, cuando era a la inversa, y que ésto enardeció a sus admiradoras que también me llegaron a amenazar; hasta sus mismos amigos de vez en vez me proferían insultos y burlas.
Todo por decir NO...


Aún recuerdo la conversación que sostuve con la trabajadora social a quien acudí en una de mis crisis depresivas, y en la que me dijo:

-¿Sabes tú por qué razón te atacan tanto?- y pues no, yo realmente no lo sabía ni entendía.
-¿escuchaste alguna vez de la historia de los cangrejos mexicanos y los cangrejos japoneses dentro de unas cubetas? La historia es que, mientras los cangrejos japoneses se ayudan entre sí para salir del balde, los mexicanos tratan de jalar al que está por salir del balde en vez de ayudarse para la liberación de todos. Y eso ocurre contigo: te ven diferente, saben que tu desempeño escolar es excelente y que quedarás en la prepa que tú quieres para luego lograr con éxito una carrera; ser tan única es lo que les causa tanta molestia.
Tomé muy en serio esa conversación y me esforcé más que nunca en pasar mi examen CENEVAL para el ingreso a preparatoria, la idea era ya liberarme del monstruo que representaba la secundaria.
Pero no todo fue tan malo, como suele afirmarse: el destino nunca te da un portazo en la cara sin antes ofrecerte una caja de galletas para tu consolación; por suerte, un reducido grupo de verdaderos amigos permaneció conmigo e hizo el último año de secundaria llevadero. 
Si mis amigos están leyendo ésto, sabrán lo mucho que les agradezco por haber estado conmigo.


Bendita sea la época en que por circunstancias del destino debí hacer frente a una fuerte prueba como fue ésta, porque justamente me dio el coraje y valentía para avanzar hacia otros proyectos más ambiciosos que ahora se han consolidado; asimismo, tuve la fortuna que se moderaran con las agresiones porque ahora, a 10 años de que ésto ocurriera, me causa mucha impotencia, coraje y horror ver cómo el tono de las agresiones ha subido al punto de la criminalidad más despiadada; es increíble que una sociedad tan evolucionada en tecnologías involucione tanto en el rubro de comportamiento humano.

¿Qué rondará en las mentes de los menores agresores que actúan con tanta crueldad hacia sus propios compañeros? 
Nunca habría pensado que el racismo, la posición social o la sola existencia de una persona causara tanto odio, tanto resentimiento en niños, adolescentes y preadolescentes, que hacen de la más indómita crueldad su manera de expresar éstos feos sentimientos que tienen hacia sus víctimas. 


Y sobre los famosos programas del gobierno que incluyen pláticas y dinámicas Anti-bullying les digo lo siguiente: 


No basta con reaccionar a los efectos, la idea es hallar y combatir las causas que han hecho del 'bullying', la plaga que ha existido desde siempre, pero que se ha intensificado y popularizado hoy: ¿es necesario que vuelva a recalcar la decadencia total en que se encuentra México y que es el claro punto de partida del fenómeno del que tanto se espantan pero que así promueven?


Y otro aviso, chicos: cuídense de a quién están agrediendo, porque no sabemos si él o ella pueda ser su próximo jefe en el trabajo. 











https://www.youtube.com/watch?v=Uy3uOn0WHtE

Emma.

Sobreviviendo al síndrome de los 20 y tantos

Hasta hace un año, tener 20 parecía no importarme tanto, a no ser porque una muy querida amiga mía me compartió un texto que andaba circulando por facebook y que llamó poderosamente mi atención, especialmente por tan dramática introducción:
Esto es algo de lo que nadie ha hablado, pero que resulta preocupante. Algunos le llaman 'Crisis de los 20's ', otros 'Síndrome de los veintitantos'...
En un inicio me mostré escéptica, pensando que quizá se trataba de una vacilada mediática orquestada y promovida por algún grupo de psicoterapeutas buscando engrosar sus filas de clientes o vender sus manuales de autoayuda descargables en pdf al puro estilo de Walter Risso, lo cual no es malo en absoluto, sólo que me pareció demasiado exagerado asociar a la edad de los 20 con términos como crisis síndrome... eso déjenlo al sector poblacional de 40 y más.
Vamos!!! que al menos en mi experiencia personal, los veinte no representaban problema alguno en absoluto, salvo por aquello de aprobar los exámenes, entregar los trabajos a tiempo, salvar el semestre y de una vez por todas terminar la carrera.
Sin embargo, con todo y mi esceptisismo me dispuse a leer la descripción del dichoso síndrome o crisis y encontré situaciones verdaderamente melodramáticas:
Las multitudes ya no son tan divertidas, incluso te incomodan (...) extrañas la comodidad del colegio, de los grupos, de sociabilizar [sic] con la misma gente ; (...) te rompen el corazón y te preguntas cómo esa persona que significaba tanto te pudo hacer tanto mal. O quizá te acuestes pensando por qué no puedes conocer a una persona lo suficientemente interesante como para querer conocerla mejor.
A veces te sientes genial e invencible y otras... con miedo, sólo y confundido.
Raramente hallaba esa sintomatología con semejante bouquet de emociones en mí, porque para el año pasado tenía un brillante porvenir del cuál ocuparme y para el que me andaba preparando: la graduación, la foto de generación, el desfile de togas y birretes, la llegada de una personita muy especial de la cual había estado físicamente distanciada por residir en países distintos pero cuya llegada esperaba con emoción y ansias para la feliz continuación de nuestra bonita historia, y desde luego la titulación. Entonces, ¿cuál crisis? miren que ya estaba en esos temibles veintitantos y nada...
Y entonces llegó el último día de la carrera, donde para mi suerte no presenté exámenes finales que me hicieran acudir a la facultad; mi paso por ese sitio estaba confinado al recuerdo hasta nuevo aviso, y lo único que sentía era la euforia de haber subido tan bien la cuesta profesional, celebrando acompañada de unos buenos tragos en compañía de queridos amigos y con get lucky de daft punk como música de fondo para tan bonita tarde lluviosa de mayo.
Pero después de aquel viernes, comencé a experimentar un bajón emocional inexplicable, que en los días siguientes causó que ni siquiera quisiera levantarme de la cama o arreglarme. 
Se había terminado.
Y pues sí, a partir de ese instante ya era dueña de un tiempo con el que no tenía la menor idea de qué hacer, porque ya no estaría la universidad para organizarlo por mí y darme ocupaciones y quehaceres.
Mi casa, sus habitaciones y mi familia se volvieron el entorno cotidiano donde alguna vez lo fueron la facultad, el campus, los salones de clases y varios amigos y compañeros, lo cual no podría ser peor, al grado en que hasta llegué a extrañar a los odiosos de la clase. Las profecías del texto que había subestimado parecían irse cumpliendo una a una.
Fue así como comencé a creer un poco en la existencia de la mentada crisis de los 20, aunque conservaba cierto optimismo porque aún estaba esperando cierto regreso a ocurrir en inicios del verano, y los planes para pasar tiempo juntos eran suficientes como para aminorar los evidentes primeros síntomas del resfriado del cuarto de siglo.
Traté de sobreponerme a la melancolía, el miedo, y la confusión existencial/vocacional que comenzaba a sentir, pero al ver cómo muchos compañeros de generación ya estaban agarrando un camino (o eso parecía) y yo ni siquiera tenía alguna ruta planeada salvo por la titulación, comencé a ser presa de un pánico irracional que exteriormente se percibía como amargura sin sentido ni motivo. Entonces me empezaron a azotar sentimientos hasta entonces desconocidos, y comencé a preocuparme por cosas que antes parecían tan pequeñas e insignificantes tales como la vacilada de tarea que te dejaban hacer en la secundaria llamada Proyecto de vida.
Por si fuera poco, aquella pregunta acerca de cómo te ves en cinco años, que tan superficial me parecía, adquirió tal sentido que a la fecha sigo tratando de encontrar la respuesta en el camino.
Aquí hay una verdad capital : medios como facebook son los peores enemigos en ésta etapa de autodescubrimiento. El andar mirando lo que otros hacen o tienen y tú no, es un hábito nocivo que te acerca a un sentido negativo de la competencia,  al punto en  que por compararte con los demás, te olvidas de ti mismo y dejas del lado el reconocimiento de tu propio potencial. 
Y las publicaciones de tus contactos no ayudan para nada a subir tus ánimos; no falta el futuro político de la generación mostrando sus fotos en el Senado, o estrechando la mano del mismo presidente, o la chica que consiguió la beca al extranjero que a tí te negaron, etc... El andar auto torturándose al mirar eso es una total pérdida de tiempo que te mantiene como un estático mental que no hace nada por sí mismo.
No estoy diciendo que Facebook y similares no deban usarse, pero es mejor tenerles moderación cuando andemos hipersensibles y de malas, para no causarnos daño con lo que ahí miramos, ni provocar daños a terceros.
Quieres lo que el otro tiene, pero lo más seguro que eso no es lo que tú realmente necesites en tu vida; todos tenemos nuestras propias oportunidades, tiempos y ritmos de desarrollo personal; que las prisas o espejismos del avance de los demás ante la mirada propia no nos hagan caer en prisas sin sentido, o en competir por sólo cumplir en automático con los estándares socialmente deseables. 
Tantas dudas y miedos me consumían, que hasta en mi tan deseado vínculo amoroso de esos momentos repercutió y no para bien, pero eso será material para Cero y van Ocho. Sobre esto, sólo puedo recomendarles que nunca vayan en plan de prepararse para lo peor...porque la mente es tan poderosa, que de verdad eso que tanto temes puede llegar a suceder. Ya les contaré a qué me refiero con ésto en la respectiva historia.
Regresando al asunto, lo mejor que pude hacer para enfrentar la curva en declive de la vida post universitaria fue poner a trabajar a mi mente sin darle un sólo respiro para la autorreflexión y el descanso, que aunque no lo crean, es absolutamente necesario. 
Entonces recurrí a los paliativos ocupacionales: clases de idioma y trabajo a destajo con la tramitología del examen profesional y la titulación (tesina incluída). Y aunque conocí a gente muy bella en el curso de estos deberes mata-tiempo autoimpuestos, amigos que hicieron de mis días los más lindos como si fueran los mismos días de universidad que ahora tanto añoraba, por dentro seguía sintiendo ese inexplicable vacío existencial ante el cual no hallaba consuelo alguno, y dentro de la compañía, mi deseo era permanecer en soledad; sentía esa necesidad de esconderme de todo y todos, y si antes me fastidiaba la odiosa pregunta: ¿tienes novio?, ahora detestaba al doble ésta otra: ¿Y ya trabajas?
Nadie excepto uno mismo, sabe cuál es el momento oportuno para comenzar a explotar sus potenciales y obtener gratificaciones por ello; pero, si ni siquiera conoces qué potenciales tienes, entonces estás esperando por frutos que no se darán. Ahora, la verdadera prioridad terminando la carrera es bastante clara: dedicarse un tiempo a uno mismo para el autoconocimiento y reconocimiento de los potenciales personales, para asegurar una fuerte inducción a la selva laboral. De nada te sirve ir a la guerra sin armas ni tácticas para vencer lo que se te ponga enfrente.
Después de la hermosa realización personal  de haberme titulado con mención honorífica y que eso supuso un importante paso  hacia la  consolidación de vida, tenía frente a mí dos caminos: seguir viviendo de la añoranza de los tiempos universitarios o asumir que estaba entrando hacia una nueva perspectiva de vida. Dejarme arrastrar con la nostalgia de que todo tiempo pasado fue mejor, o montarme en la ola de los cambios.
He optado por lo segundo y aunque lo hago parecer bastante sencillo, la reubicación en esta nueva etapa personal  sin otra compañía que la propia, se lleva su tiempo y dedicación. 
Hacer amistad con uno mismo es de los procesos más complejos, pero también más fascinantes.
Y aunque admito la tristeza de ya no ver con la misma frecuencia a mis amigos, también es necesario lograr una fuerte amistad con tu propia persona, porque no habrá mejor amigo que tú mismo.
La crisis de los 20, es sólo una expresión muy dramatizada para denominar a la etapa de autodescubrimiento y cambios que supone el inicio de una nueva temporada en la vida de cada uno de nosotros. La realidad es que, si aprendes cómo ir avanzando con dichos cambios en vez de resistirte a ellos, pueden comenzarse a notar resultados impresionantes. 
En nada ayuda que sigas forzando las circunstancias cuando en tu interior, sabes que ya no van contigo. Duele desapegarse de la vida que solías llevar hasta antes de terminar la carrera (incluyendo a las parejas sentimentales), pero duele más aferrarse a algo que ya no te corresponde.
Eso que se aleja sin detenerse déjalo ir! Necesitarás ese espacio que queda vacío para que sea ocupado más tarde (o temprano) . 
Si incluso en las series de televisión existen movimientos en el elenco de personajes, ¿por qué no darnos la oportunidad de renovar nuestro propio elenco? 
No hay por qué vivir estos reajustes de fin de temporada con miedo o a base de lágrimas. Los veintes son la etapa para configurar la vida que queremos, y no para andarnos deteniendo en la añoranza de los días de universidad. 
Se nos ha preparado psicológicamente para creer que después de la carrera, todo llega a su fin y ya no hay nada más que hacer, porque llegaste a la cima. La realidad es que la etapa post carrera se trata de una continuación en presencia de circunstancias totalmente nuevas que pueden llegar a ser bastante emocionantes. 
¿Y ustedes, viven o sufren la etapa post carrera? Comenten, compartan.
With love,










Emma ;)