Antes de comenzar éste viaje , debo hacer algunas aclaraciones importantes:
*Los nombres de cada participante en mis historias fueron modificados, en respeto a su identidad y privacidad (recuerden, es válido contar el pecado mientras no se nombre al pecador)
*Ocho son los amores que más marcaron mi vida y cero los que se me concretaron, he ahí el título de ésta colección de relatos.
Ahora sí, COMENZAMOS!
Primera enseñanza: La expresión "corazón roto" es un eufemismo al que todos recurrimos para justificar el sufrimiento que nos producen las malas decisiones que en materia amorosa tomamos, pero cuyas consecuencias nos resistimos a asumir.
Sé que el que ande publicando mis historias del corazón debería ser casi ilegal, pero creo en el poder curativo de compartir con otros las experiencias propias...
Mi historial amoroso encuentra su primer registro a mis 7 años de edad, en 1997, la época de los feos uniformes escolares de primaria (de haber sabido que me tendría que vestir como las demás, por lo menos que el uniforme se le pareciera al de Sailor Moon), los penosos peinados que te hacía mamá (de los que me logré emancipar enseguida sólo para hacerme yo misma unos peores) y las loncheras de cajita con imágenes o stickers de Barbie o los Power Rangers.
Técnicamente un romance infantil no puede considerarse como un dato duro que respalde mis teorías del corazón a simple vista, a no ser por la increíble permanencia voluntaria que tuvo mi coestrella masculina (a quien llamaremos Román) en etapas posteriores a la primaria.
Román era el típico niño consentido y presumido, pero cuyos ojos claros tan expresivos, tez blanca y graciosa melena castaño claro en forma de honguito no me fueron indiferentes, como tampoco le fui indiferente yo a él.
Pero antes que admitir una mutua atracción, dimos inicio a una dinámica de amor-odio en que nos la pasábamos compitiendo por todo: quién leía mejor o quién tenía mejores calificaciones (desde luego al pobre siempre lo terminaba venciendo). Ésta extraña manera de coexistir vería su fin hasta el sexto año de primaria en que las circunstancias nos forzaron a convivir por estar ambos en la tan famosa escolta escolar (él en las órdenes y yo como la abanderada) .
Entonces ocurrió lo más inesperado: comenzamos una bonita amistad que con el correr de 2002 y hasta mediados de 2003 se volvía más estrecha.
Para tener 11 años, mi sentido del humor parecía de alguien de 25 así que los chistoretes de Adal Ramones en Otro Rollo no me causaban las risas ni sonrisas que Román sí, y tratándose de malos momentos, yo encontraba el apoyo y consuelo que él a su vez hallaba en mi.
Eso sin contar con que mis padres y los suyos tenían una buena amistad, lo que nos acercaba aún mucho más, y de hecho mi tan temido padre lo conocía y para mi sorpresa, Román le caía bien.
El afecto era tan auténtico, que cualquiera que mirara el vínculo desde fuera podía predecir el siguiente paso a dar, encaminado a una relación entre dos preadolescentes. Cualquiera inclusive la celosa ex de Román, Valery, quien con cierta resignación me dijo lo que él no me decía en concreto, pero que me demostraba con pequeños detalles:
Eso sin contar con que mis padres y los suyos tenían una buena amistad, lo que nos acercaba aún mucho más, y de hecho mi tan temido padre lo conocía y para mi sorpresa, Román le caía bien.
El afecto era tan auténtico, que cualquiera que mirara el vínculo desde fuera podía predecir el siguiente paso a dar, encaminado a una relación entre dos preadolescentes. Cualquiera inclusive la celosa ex de Román, Valery, quien con cierta resignación me dijo lo que él no me decía en concreto, pero que me demostraba con pequeños detalles:
-Tú le gustas y desde hace un buen tiempo-.
No creí lo que me estaba diciendo o más bien, no quería creer lo evidente (era tan obvio, que en el salón se nos conocía como Justin [Timberlake] y Britney).
Decidí sepultar en orgullo los sentimientos tan bien correspondidos que tenía por éste chico y nunca le demostré nada. Y es que no deseaba mostrar algún punto débil.
Pensé tontamente que si comenzaba una relación con él, mi situación de noviazgo me haría ver vulnerable y tan cursi como la chica que dibujaba corazoncitos y era fan de Martin Ricca de la que tanto me reía; y si de por sí ya era bastante conocida en el colegio por ser la mejor del grupo y miembro activo del coro escolar, poesía coral, grupos de baile y otros tipos de declamación, un noviazgo público con el chico más asediado de ahí tendría todas las miradas y rumores puestos en mi persona, además que tendría que compartir mi poder y status con alguien más y prefería que eso se quedara sólo conmigo.
¿No era acaso demasiado tirana conmigo misma para tan poquitos años de edad?
Román no veía señal de correspondencia alguna de parte mía, pero ni eso lo detuvo para hacerme una petición muy particular: preguntó si podía besarme.
Y aunque en mi interior sabía perfecto que yo también lo deseaba, creí que se trataba de alguna especie de broma por lo que le rechacé la propuesta y con ello, también le dije adiós por default a la oportunidad de recibir mi primer beso.
Llegó la tan emotiva despedida del sexto año de primaria, donde sólo nos despedimos con un cálido abrazo bien apretado y nuestros mejores deseos; vino el verano de 2003 y con éste la distancia entre ambos y el respectivo enfriamiento de nuestros sentimientos.
La verdad que no me preocupaba en absoluto la separación, porque estaba confiada en que nos veríamos nuevamente en secundaria (el chico listo buscó inscribirse en la misma escuela que yo) y que así podríamos dar la continuación a los pendientes.
Dio el primer año de secundaria (fui 'cucaracha' de una técnica) y para mi sorpresa Román estaba bastante cambiado. Al parecer se le había subido la popularidad, al punto en que dejó de hablarme; a modo de autodefensa, correspondí ignorándolo y todavía más, al ser algo déspota con él cada que medianamente trataba de acercarse a mí para hacerme plática.
Desde éste momento, la primera decisión en materia amorosa que tomé estaba cobrando sus primeros frutos, y prueba de ello fue la fiesta de Navidad y año nuevo que tradicionalmente se organizaba en la secundaria.
A dicha fiesta acudí ataviada en un atuendo de muy primitivo glamour, y con el subido tono festivo (porque me solté a bailar como loca y a cantar con euforia); además acudí con mucha actitud seductora a ver la posibilidad de reanudar lo mío con Román. Además creí llevarlas de ganar, porque él no me quitaba la mirada de encima mientras bailaba en la pista, tal como mis amigas y yo lo habíamos notado.
Pero Oh! grandísima sorpresa me llevé cuando, al buscarle para intentar algo, lo vi en un sitio más solitario besando a otra chica!
Aquí se marcó el Game Over para mí, y desde luego desistí para siempre de toda intención de tener algo que ver con él.
Aunque después de ésto me sentí mal y llegué a casa para llorar a escondidas en mi cuarto, no puedo decir que él me hubiera roto el corazón, porque quien orilló las cosas a éste resultado fui yo en conjunto con las decisiones que tomé.
Román sin embargo, es un personaje que no quedó en el olvido desde aquel 2003... reapareció en una especie de efecto Rueda de la Fortuna para los siguientes dos años de secundaria, una aparición especial en prepa... y su fallido regreso en mis años de universidad... pero eso ya será historia complementaria de mis siguientes relatos.
No los pierdan de vista!
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